¿Quién no ha sido herido por las acciones o las palabras de otra persona?
Tal vez uno de tus padres te criticó y te comparó constantemente cuando crecías, un colega saboteó uno de tus proyectos o tu pareja te engañó, quizás tuviste una experiencia traumática, como abuso físico o emocional a manos de una persona en quien confiabas. Estas heridas pueden dejarte con sentimientos duraderos de amargura y hasta deseos de venganza.
Es posible que te niegues a perdonar o eres de los que dice: “Yo perdono, pero no olvido”. El asunto es que si no aprendes a perdonar, puede ocurrir que seas tú quien pague el precio más alto, ya que el perdón es vital para nuestra salud emocional y espiritual.
¿Qué es perdonar?
Perdonar no es olvidar lo que te ocurrió, no significa excusar o justificar el mal comportamiento de quien te agredió, no es negar el dolor, no significa que estés de acuerdo con lo que pasó ni que lo apruebes.
Perdonar es asumir la responsabilidad de nuestros sentimientos y no permitir que quien te hizo daño ayer, te continúe haciendo daño hoy, es dejar de ser una víctima y convertirte en un héroe, perdonar no cambia el pasado, pero modifica el presente.
El perdón no es una opción, ya que no podemos tener paz ni salud si no perdonamos. En ese sentido, el perdón no es una opción, es un mandamiento divino, es una decisión, es un proceso que consiste en un cambio de conductas destructivas voluntarias dirigidas contra el que te ha hecho el daño, por otras constructivas.
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.
Mateo 5:44
El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación del corazón. Quien no perdona no tiene paz en el alma, ni comunión con Dios, perdonar no es olvidar, perdonar es recordar sin dolor.
No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.
Lucas 6:37
Escrito por Jaime Dueñas