Hemos sido atrapados en un mundo de temor, de ansiedad y de preocupación. El temor destruye nuestra confianza, la ansiedad destruye nuestra salud, y la preocupación nos impide pensar con claridad para tener éxito. Franklin Delano Roosevelt tenía razón cuando dijo: “A lo único que debemos temer, es al temor mismo”.
Un amigo me contó una anécdota acerca de una madre que una mañana tuvo dificultad para hacer que su hijo fuera a la escuela. Nadie me quiere en la escuela, los maestros no me quieren, los muchachos tampoco.
El superintendente quiere transferirme, los conductores de los autobuses me odian, la directiva de la escuela quiere que me vaya, mamá; hasta los vigilantes la han tomado conmigo. No quiero ir, no quiero ir no quiero ir; entonces la mamá le responde a su hijo con autoridad, tienes que ir, tienes buena salud, tienes mucho que aprender, tienes algo que ofrecer, eres un líder y además tienes 49 años de edad y eres el director de la escuela.
Esto me causó mucha risa, pero me puse a pensar en cuantas personas en el mundo se levantaron hoy llenas de preocupaciones, de temores y ansiedad; sin querer hacerle frente a la vida o tratando de ocuparse de lo que no ha pasado y a lo mejor nunca pase, es decir preocupados. Pero ¿qué es la preocupación? ¿Qué es lo que te preocupa más? ¿Vale la pena preocuparse?
La preocupación es una emoción displacentera que consiste en la ocupación anticipada de alguna contingencia azarosa o adversa, está orientada hacia el futuro en el que anticipamos acontecimientos negativos y catastróficos, lo cual genera un estado emocional negativo con una alta activación fisiológica: Lo que se traduce en inquietud acompañada de una sensación de no poder contener las consecuencias negativas; es por esto, que la preocupación patológica es la antesala de un trastorno de ansiedad que va a terminar consumiendo la energía, entorpeciendo el pensamiento y matando la ambición.
Sin embargo, las preocupaciones forman parte de la vida de toda persona. Imagínate que estás en el parque con tu hijo de 5 años y de repente desaparece pero eso no te preocupa, posiblemente no le buscarías o que un día te levantas y no ves por un ojo, pero tampoco te preocupas, entonces posiblemente tampoco irías al médico a hacerte un chequeo y ver qué lo ha causado; es a esto a lo que se le llama preocupación adaptativa lo cual forma parte del proceso de resolución de problemas ya que si no nos preocupáramos, no podríamos enfrentar las dificultades que se presentan a lo largo de nuestra vida.
Sin embargo, millones de personas están atrapadas en un estado de preocupación patológica, están muriéndose a causa de la preocupación porque la preocupación es una asesina, ya que cuanto más insiste usted en sus temores, sus inquietudes, su ansiedad, tanto más su cuerpo comienza a estrangularse. Usted se preguntará si realmente la preocupación es una asesina y tiene la capacidad de matarlo.
Preste atención especial a lo que dice el fundador de la clínica Mayo, doctor Charles Mayo: “la preocupación afecta el sistema cardiovascular, el corazón, el sistema endocrino, todo el sistema nervioso.
Jamás he conocido un hombre que haya muerto por exceso de trabajo, pero he conocido a muchos que han muerto por causa de la preocupación, el miedo y la ansiedad. “El cáncer es curable pero el temor al cáncer es mortal”. No hay duda, la preocupación es una asesina porque afecta drásticamente al cuerpo, es por eso que es importante reemplazar el miedo por la fe, creer en Dios y creerle a Dios.
¿Qué es lo que te preocupa más? ¿La seguridad de trabajo? ¿las deudas? ¿La inflación? ¿El precio del dólar? ¿El futuro de tu familia? ¿La posibilidad de enfermarte?
Pero la real pregunta es: ¿Vale la pena preocuparse? La respuesta es no y estas son las razones: