Todos los seres humanos hemos probado lo duro que es tocar fondo y lo dura que es una caída. Las caídas, hacen parte de esta carrera de la vida, unas duelen y nos lastiman más que otras, a veces la recuperación es lenta, difícil y dolorosa, pero la idea es sobreponernos ante cualquier situación y continuar hasta lograr nuestros objetivos y llegar a la meta.
Por duro que sea el golpe que recibamos, Dios nos ha dado la capacidad para levantarnos. Esto lo conocemos como la resiliencia, que es la cualidad de poder adaptarnos a los cambios estresantes de la vida y “recuperarnos” de las adversidades. La resiliencia es una respuesta ante las dificultades, las tragedias, las crisis u otros cambios que pueden alterar nuestra vida y que nos tratan de impedir seguir adelante a pesar de las pérdidas.
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.
2 Timoteo 1:7
Vemos en este versículo, interesantes características que Dios nos ha dado para enfrentar la vida: poder, amor y dominio propio. Con estas herramientas, estamos capacitados para levantarnos y triunfar.
Tener resiliencia no significa que una persona no sufra, no se vea afectada o que no se preocupe por el cambio de vida. La resiliencia es esa capacidad dada por Dios al corazón humano de sufrir, superarse y crecer a partir de situaciones dolorosas.
Esta capacidad de volver a luchar, de volver a intentarlo, de seguir adelante a pesar de los momentos adversos, debe ser la norma y el estilo de vida de un hijo de Dios, ya que debemos entender que todos en la vida hemos caído por alguna circunstancia, pero sería ilógico negarse a levantarnos…Si caíste, sacúdete y levántate, no hay otra opción.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Romanos 8:37
Como hijos de Dios estamos sostenidos y fortalecidos por el Poder y el Amor del Señor, por lo tanto, tenemos que ser resistentes y capacitados para enfrentar las crisis que en ocasiones la vida nos presenta.
Escrito por Édgar Jaimes