Es muy triste el panorama que actualmente se viene manifestando en Colombia y en el mundo frente a la familia. Hace poco hubo un acontecimiento que nos dejó atónitos a todos los colombianos, (aclaro que desde hace mucho tiempo estamos acostumbrados a ver y a escuchar noticias violentas).
Un padre de familia secuestró y asesinó a su propio hijo de cinco años por el hecho de que su esposa tenía un nuevo compañero sentimental, no contento con esto, envió fotos al celular de la mujer mostrando este acto miserable. Historias como estas nos conmueven y nos llevan a la pregunta: ¿Qué está pasando con la humanidad? ¿Hacia dónde vamos?
Lo doloroso no es solo este caso, es la suma de muchos casos parecidos a estos donde nuestros niños son los más expuestos a este tipo de acontecimientos. Este tipo de actos no se pueden seguir perpetrando y como sociedad debemos manifestar nuestro completo rechazo y hacer lo necesario para que jamás se vuelvan a repetir.
Esta espiral de violencia en la familia tiene un origen bíblico, la Biblia nos narra la historia de Caín y Abel, dos hermanos diferentes el uno del otro. Sus padres habían sido expulsados del Jardín del Edén, un lugar donde lo tenían todo; este era un huerto que Dios había cultivado para ellos, y lo único que tenían que hacer era disfrutarlo.
Pero como bien es sabido, en un acto de desconfianza y desobediencia ellos desacataron la dirección de Dios de no comer el fruto prohibido y, por ende, fueron expulsados de este. A partir de allí su vida no volvió a ser la misma, tuvieron que luchar con la frustración de no tener esa comunión permanente con Dios y a la vez, de asumir las consecuencias mismas de su pecado.
El manual de vida no me esconde que estas mismas consecuencias se verían reflejadas en su propia familia; esto lo empezamos a ver cuando uno de sus hijos empezó a generar un comportamiento agresivo, no sólo hacia su hermano, sino también con sus padres.
Una persona no se vuelve mala de la noche a la mañana, esto no consiste en que “hoy amanecí de mal genio y que producto de esto termine haciendo daño a alguien”, tal y como pasó con Caín.
En la carta de Juan nos explica un poco más este argumento:
“No seamos como Caín que, por ser del maligno, asesinó a su hermano. ¿Y por qué lo hizo? Porque sus propias obras eran malas y las de su hermano, justas.”
1 Juan 3:12 NVI
¿Cómo alguien puede hacer mal a su propia familia? La respuesta me lo da este pasaje; como seres humanos, tenemos una naturaleza que tiende a la maldad y esta viene desde el momento en que Adán y Eva decidieron darle la espalda a Dios y se apartaron de su dirección, al decir que Caín era del maligno, da a entender que ya las consecuencias del pecado se estaban viendo reflejadas en su misma casa.
Asimismo, Caín estaba haciendo malas obras, lo que da entender que más allá de una ofrenda mal presentada, que no fue acompañada de fe, sus acciones realmente no estaban siendo agradables a Dios.
Una de las cosas que más me cautiva de esta historia es que Dios trató de advertir a Caín de no matar a su hermano.
“Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado está a la puerta para dominarte. No obstante, tú puedes dominarlo”.
Génesis 4:7 NVI
Las obras de Caín eran malas, pero Dios aún le daba la oportunidad de no seguir en ese camino; hacer lo bueno nos lleva a tener la frente en alto, pero al hacer lo malo lo llevaría a caer bajo el dominio de la maldad, y Dios no quería esto para Él.
Sólo bastaba con que Caín escuchara a Dios y con esto evitaría el dolor que le causaría su pecado, pero la insensatez de Caín era superior a la bondad de Dios; esto lo llevó a que acto seguido, Caín invitara a su hermano a salir al campo y allí cometió el acto atroz de asesinar a su hermano.
Tan misericordioso es Dios que le da a Caín la oportunidad de arrepentimiento, pero la respuesta de Caín deja mucho que desear:
“El Señor preguntó a Caín: —¿Dónde está tu hermano Abel? —No lo sé —respondió—. ¿Acaso soy yo el que debe cuidar a mi hermano? —¡Qué has hecho! —exclamó el Señor—. Desde la tierra, la sangre de tu hermano me reclama justicia.”
Génesis 4:9-10 NVI
Dios esperaba ver en Caín el arrepentimiento de su acto, pero lo único que encontró fue altivez; Caín no solo no confesó su pecado, tampoco se arrepintió de lo que había hecho. Todas las acciones, nuestras tanto buenas como malas, van a generar un efecto sobre nosotros y nuestras familias.
Dios hace que Caín reciba lo que él se merece.
“Por eso, ahora quedarás bajo la maldición de la tierra, la cual ha abierto sus fauces para recibir la sangre de tu hermano, que tú has derramado. Cuando cultives la tierra, no te dará sus frutos y en el mundo serás un fugitivo errante. Este castigo es más de lo que puedo soportar —dijo Caín al Señor—. Hoy me condenas al destierro y nunca más podré estar en tu presencia. Andaré por el mundo errante como un fugitivo y cualquiera que me encuentre me matará.”
Génesis 4:13-14 NVI
El triste panorama que le espera a Caín de allí en adelante nos habla acerca de la justicia de Dios, no nos podemos burlar de Él, al final recibiremos lo que merecemos. Caín terminó en una vida infructuosa, errante y resentido con todo a su alrededor por no querer admitir su pecado, si él hubiera tenido otra actitud muy seguramente su panorama sería otro.
Esta reflexión de hoy nos tiene que llevar a evaluar hacia dónde vamos como sociedad, no podemos seguir siendo ignorantes frente al comportamientos que estamos adoptando, creyendo que podemos seguir actuando como lo estamos haciendo y que esto no va a desencadenar consecuencias.
Por esto, El haber vuelto nuestras espaldas a Dios como sociedad nos ha llevado a caer muy bajo; sacamos a Dios de nuestros hogares, nos olvidamos de sus mandatos, y creemos que nuestro propio esfuerzo nos llevará muy lejos y claro que es así, nos lleva muy lejos… pero de nuestro Padre Dios.
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Escrito por Gustavo Ríos