Cuenta la historia de un viajero y las sanguijuelas:
Se cuenta una historia acerca de un viajero que recorría las selvas con un guía. Llegaron a un río ancho y profundo, y lo cruzaron. Cuando el viajero salió del río, muchas sanguijuelas se habían prendido del torso y las piernas. Su primer instinto fue agarrarlas y quitárselas, pero el guía lo detuvo, advirtiéndole que, si se arrancaba las sanguijuelas, estas dejarían pedazos finísimos bajo la piel que luego le producirían infecciones y podrían llevarlo a la muerte.
La mejor manera de quitarse las sanguijuelas del cuerpo, aconsejó el guía, era bañarse en un bálsamo tibio por algunos minutos. El bálsamo penetraría en las sanguijuelas y estas se soltarían del cuerpo sin hacer daño al hombre.
Podemos preguntarnos:
¿Qué hubiera sucedido si el viajero se hubiera quitado las sanguijuelas?
¿Qué hubiera sucedido si el viajero no hubiese hecho caso a las palabras del guía?
¿Qué habría hecho usted si le hubiese ocurrido esto?
Estamos viviendo en una época donde las actitudes y comportamientos no muestran lo que es realmente el amor hacia nosotros mismos y hacia los demás. Lo que vemos a diario muestra cuánta necesidad de amor tenemos. Actualmente escasea el verdadero amor en nosotros, las familias y entornos; lo cual ha generado crisis a tal punto que muchos se ven sumergidos en el odio, resentimiento e indiferencia.
El amor más que un sentimiento, es un mandamiento. Amar a los que nos quieren, nos cuidan y se preocupan es fácil; pero amar a los que no nos quieren, nos critican, nos ofenden o hablan mal de nosotros, a los que nos hacen sufrir; no es tan sencillo.
Bendecir es desear, decir y hacer el bien al otro. Debemos decir palabras amables con bondad, decir lo bueno de los demás. Algunas personas dicen que perdonan, pero no olvidan la ofensa y procuran de alguna manera la venganza, empiezan a ser indiferentes y ya no vuelven a ser los mismos con aquellos que los ofendieron. El amor no solamente se demuestra con palabras sino con hechos.
Cuando una persona nos ha herido muchas veces, el dolor queda en el corazón. La única manera de llegar a ser verdaderamente libre de la ofensa, es perdonar a quien hizo daño. Dejemos que el bálsamo sanador de Dios cubra nuestras heridas.
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Entre el conflicto y la salud
Escrito por Juan Carlos Gaviria y Yolanda Salazar