Entre tanto, y al constatar que las sanciones económicas no han surtido efecto decisivo en el funcionamiento del sistema interno y la red de apoyo internacional de Rusia, los aliados otantistas han optado por suministrar a Ucrania ayuda militar cada vez más significativa.
De tal manera, aspiran a influir más incisivamente en la agenda de negociaciones y a contener los avances rusos, aunque es apenas natural que, aparte del armamento portátil, la maquinaria pesada no logrará llegar a su destino por causa del deterioro que han sufrido la red ferroviaria.
Precisamente, la reunión de ministros de Defensa de la OTAN en Ramstein ( Alemania ), el 26 de abril, muestra el giro en la dinámica occidental, aunque, de todas formas, es un giro que estará marcado por graves dificultades logísticas y operativas.
Además de los problemas en el manejo de material sofisticado para el que no están entrenadas, las fuerzas ucranianas no tienen un horizonte estratégico claro más allá de resistir a la invasión, con lo cual, cada vez resulta más acuciante preguntarse si el flujo de material procedente de Occidente es coherente, si los recursos están desperdiciándose y si, desde el delicado punto de vista presupuestal, es necesario establecer un límite en tal abastecimiento, sobre todo si el desgaste se prolonga excesivamente.
En la práctica, el aparato militar industrial occidental se verá sometido a los controles que toda democracia supone, así que, a diferencia de lo que sucederá en Rusia, se emprenderán investigaciones complejas para determinar hasta qué punto los conglomerados productores de armamento podrían estar lucrándose al fragor de una guerra ‘sine die’.
Asunto que, como es apenas lógico, pone también en cuestión los criterios bajo los cuales se podría aceptar a nuevos miembros en la OTAN como mecanismo disuasivo ante el expansionismo ruso.
En tal sentido, parece privilegiarse a países nórdicos como Suecia y Finlandia en detrimento de Georgia y Moldavia a los que podría considerarse como históricamente asociados a la burbuja de influencia rusa.
Dicho de otro modo, Estocolmo y Helsinki podrían ser calificados como oportunistas deseosos de hacerse a una póliza de seguros sin estar contribuyendo decididamente a la seguridad antiimperialista, cuestión que pone de presente, una vez más, la asimetría con la que se comportan los aliados pues, proporcionalmente, solo un puñado de ellos se hallan intensamente comprometidos con la liberación de Ucrania.
Por otra parte, si la apertura rápida de la Alianza se limita a esos dos países, desconociendo la dramática situación en que se encuentran Tiflis y Chisináu, lo más probable es que Putin se sienta estimulado por ese “efecto llamada” pues nada le impediría avanzar, por ejemplo, desde la Transnistria que ya domina, hacia el resto de Moldavia, conectando así la ‘medialuna estratégica’ bajo su control ( el Este del río Dniéper, hasta Odessa ), con este país que no tiene ninguna capacidad de respuesta militar ante el coloso.
En ese contexto, ¿ Moscú está preparando desde el pasado 25 de abril lo que será su avance hacia Moldavia ? Si los atentados ocurridos en Tiráspol han sido perpetrados por moldavos, o si, por el contario, son el fruto de una operación rusa de ‘falsa bandera’, lo cierto es que ya están configurando el marco mediático cognitivo en el que podría justificarse la correspondiente invasión.
En esa misma línea, es comprensible que los rusos se sientan autorizados a retaliar en caso de que comprueben, o simplemente asuman que el personal de asesores, o el armamento suministrado ‘ex profeso’ a Ucrania por la OTAN está siendo utilizado para atacar su territorio como, al parecer, ha sucedido en Belgorod y Briansk.
Esta posibilidad, que supone la escalada del conflicto, abre un escenario incierto en el que tendrían que tomarse decisiones estratégicas altamente comprometedoras, verbigracia, qué hacer en caso de que el Kremlin ataque “proporcionalmente”, y de manera muy localizada, instalaciones polacas, búlgaras o rumanas : ¿ Entraría la OTAN directamente en las hostilidades si el Kremlin destruye un pequeño arsenal en Krosno, Dulovo o Bacau sin provocar bajas ? ¿ Y si ataca infraestructura crítica esencial mediante ciberataques de difícil atribución ?
En resumen, Moldavia está en la mira. Y no parece contar con el apoyo efectivo de Occidente. Puede ser el siguiente paso de Putin ; y las grandes potencias no muestran el coraje para detenerlo a tiempo.
vicentetorrijos.com